Me fascina el caos del mar.
Las olas enredadas manifestando su confusión;
no saben de dónde vienen - no saben a dónde van.
Chocan al pasar, robando besos o girando la cara para evitar el roce.
Gritan sin sentido y sólo se escucha su palpitar.
Mientras la música me cautiva en un ritmo pautado,
el viento me susurra sin pausa.
No entiendo lo que dice pero sé perfectamente qué me está explicando:
Él también estuvo solo pero, recuperó las ganas de volar. Porque si no podía ser de ella, sería de todo el mundo. Aliviaría el calor e invitaría a izar velas para navegar. Susurraría sabios consejos que sólo algunos sabrían apreciar. Acariciaría a los solitarios que, como él, se sintiesen perdidos y no dejaría de luchar por alejar la tormenta. Aunque de vez en cuando, en alguna tarde de agosto, se sienta en alguna playa a esperar a su amor que nunca volverá y le priva al mundo de la suavidad de su brisa.
En silencio y sin gesto, le doy un beso.
Le canto, dejando que me acaricie el rostro.
Le dejo sentarse alrededor de mi cintura.
Viento,
Yo también me siento sola. Tengo unos pocos años menos que tú y no perdí el amor, pues nunca lo tuve entre mis brazos. Pero varias veces lo sentí y varias veces el rechazo. Ahora aquí me tienes, sentada en una proa abandonada, cantándote entre caricias y pensando en el pasado, soñando con el futuro. No siempre te encuentro aquí esperando pero, sí sé donde buscarte. Te encontré llorando una noche en aquel faro. Tus lágrimas y las mías se encontraron en el aire con un mismo destino, empujadas por la inevitable gravedad. Tú llorabas por su partida. Yo lloraba por su ausencia. No nos vimos a causa de la niebla de los ojos pero, rendida ante el mar bajo aquel antiguo faro, te sentí y te di la mano - No estás solo viento, con más o menos ropa, siempre tendrás el roce de mi cuerpo.
Y el mar sigue confundido, enfadándose al pasar.
"Ven conmigo" dice suave
"No puedo, me vas a ahogar".
La desconfianza le irrita aún más y
me empuja sin parar.
Me dejo llevar, caigo.
Me hunde pero, cuando ya me tiene dentro,
cuando soy suya, no soporta no haber tenido que luchar.
"Mar, ¿por qué me devuelves a la superficie,
por qué me dejas flotar?"
Con la cresta de una ola rompiendo, contesta:
"Porque tú querías dejar de respirar".
Como contagiada por la sal, se me rompen los ojos
y lleno el mar.
"Si no me vas a ayudar a morir, enséñame a vivir"
Entonces me besa la mejilla y
ayudado por la brisa, me lleva a un faro.
Lo reconozco al instante, es aquel de tantos años;
aquel que, de la mano del viento, me devolvió las ganas de caminar.
Una última ola me ayuda a levantar y, entre las rocas,
alzo la mirada y veo aquel faro.
Es el faro de la soledad.
Me cae despacio una lágrima inocente llena de culpabilidad.
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