"Da instrucciones nocturnas a tu cerebro, ¡y obedecerá!"
Cambio mi letra: ¿cambia mi carácter?Tu letra expresa tu psiquismo. Por eso no tienes siempre la misma letra: porque vas cambiando. Y a la inversa, lo mismo: si cambias tu letra..., ¡algo te cambiará por dentro!
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"Es urgente amar y decir a los que amas que los amas"
Entrevista a Éric-Emmanuel Schmitt, dramaturgo, escritor, guinista y director de cine.
Un día = diez años
...
De eso hablan todos mis libros y películas, de personajes que confían en lo desconocido, que viven con los brazos abiertos y que luchan contra las fuerzas negativas, la angustia y el miedo.
¿Y usted vive como sus personajes?
Sí, siempre estoy de buen humor, lo que sorprende a la gente, y soy infinitamente curioso. Una cosa que me ayuda a disfrutar de la vida es la imaginación, que me permite explorar todas las puertas del presente.
¿Cómo aplica la imaginación a la realidad?
La imaginación es dejarse invadir por el mundo y por la gente. Cuando estoy frente a alguien, me dejo penetrar por todas las sensaciones y las imágenes que emanan de ese individuo; es un conocimiento empático.
¿Y desde cuándo?
Tenía 29 años, me apunte a un viaje de aventura: diez días caminando por el desierto del Sáhara y me perdí.
¿Sin agua y sin comida?
Sí. Llegó la noche y pensé que iba a morir de miedo, pero ocurrió todo lo contrario. Me invadió la confianza, pasé una noche mística. Entré en ese desierto ateo y salí creyente. Me costó años poder hablar de ello, pero terminé confesando porque siempre me preguntan de dónde viene el optimismo de mis obras, y la fuente viene del desierto. Habito la vida con confianza.
¿No era así de niño?
Era alegre, pero extremadamente angustiado, tenía miedo a la nada y la idea de que la vida era inútil, un puro fenómeno material; hoy creo que es algo más que una agitación de moléculas y que todo está justificado.
Pues me ha partido el corazón.
El tema que trato en Cartas a Dios es duro, pero es una película optimista; un himno a la vida aunque la vida sea breve y frágil. Creo que hay que amar la vida como es, sin ilusiones, sabiendo que es corta, vulnerable y llena de dolor.
¿Cuándo fue la primera vez que se acercó a niños terminales?
Mi padre era fisioterapeuta y trabajaba con ellos. Desde que cumplí los ocho años, todos los jueves y los sábados, me llevaba con él al hospital; así que crecí pensando que lo normal era estar enfermo y lo excepcional tener salud.
¿Aprendió algo?
Al principio tuve miedo; luego aprendí que no tenía que permitir que la enfermedad construyera un muro entre ellos y yo. Y hablo de ello en la película: los padres de Oscar ven la enfermedad de su hijo en lugar de a su hijo, y el niño no lo entiende; cree que no le quieren. No hay que dejar que las situaciones se interpongan entre las personas.
Qué difícil es eso.
Ya adulto acompañaba a una amiga que iba a los hospitales de voluntaria. Jugando con los niños descubrí que son mucho más francos y directos. Cuando están en situaciones frágiles, quieren hablar de la enfermedad, de la muerte, de todo lo que les ocurre. Son los adultos los que están asustados, y crean angustia con su silencio e hipocresía.
Su película tiene algo muy profundo.
Un amor visceral por la vida tal y como es; no tal y como quisiéramos que fuera. Para mí, ser feliz no es tener una vida distinta a la que tengo, es entrar completamente en la que tengo; no es protegerse del dolor o la desgracia, es integrarlos en las tramas de la existencia. Con la misma vida puedes ser feliz o desgraciado; es una actitud mental.
¿Una actitud que usted ha aprendido?
Sí, puedes luchar contra tu negatividad y pesimismo. Eso quiere decir que la inteligencia y la experiencia pueden servir para algo.
Se adivina que ha vivido la muerte.
Sí, he acompañado a personas cercanas, a veces en largas agonías, y me ha hecho entender que era urgente amar y decir que amas; no hay tiempo que perder.
Sus mujeres son fuertes y tiernas.
Para mi el hombre es simplicidad y la mujer complejidad. Cuando una mujer dice no, nunca quiere decir no, ni cuando dice sí. La mujer es paradójica, es fuerza y herida. Si no veo su herida, no puedo entenderla.
¿Cómo es su madre?
Una fuerza sin ambigüedad ni ambivalencia. Creo que mi madre es un hombre.
¿Qué quiere contar?
Tengo una obsesión: mostrar que cada uno de nosotros podría haber sido el otro. Incluso escribí un libro sobre Hitler para demostrar que convertirse en un bárbaro está al alcance de cualquiera. Hay una búsqueda ética: cultivar lo mejor en lugar de cultivar lo peor, y por tanto una dimensión moral.
Cuesta trabajo ser bueno.
Sí, el mal se hace rápido y el bien es laborioso. En un segundo lo puedes destruir todo; por ejemplo, con un niño o en el amor con una sola frase.
¿Cómo se aprende la confianza?
Aceptando que no todo es racional, aceptando abrir las puertas de la sensibilidad y la irracionalidad de la vida. Hay que amar la necesidad y todo lo inevitable.
Pensar no es bueno para tener confianza.
Cierto. El pensamiento es el espíritu crítico, pero es necesario pensar hasta que llegas a ese umbral en el que el pensamiento ya no sirve para nada y ahí has de tirarte de cabeza: o al miedo o a la confianza.
El primer beso, mejor que perder la virginidad
- Un libro muestra que el beso es una de las experiencias más intensas de la vida
- Una científica ha investigado los besos de los animales y humanos
En su libro, Kirshenbaum asegura que la mayoría de las personas son capaces de recordar el 90% de los detalles de su primer beso.
La investigadora americana ha pasado dos años recopilando información para su libro 'La ciencia de los besos', en el que repasa esta práctica que está presente en el 90% de las diferentes culturas
Kirshenbaum muestra que las célebres palabras de Don Juan, "cada beso un terremoto", son mucho más precisas de lo que parecía. Y, además, la científica explica su importancia en el desarrollo de la especie humana.
Además, el beso, definido como el encuentro de dos personas para intercambiar información sensorial, no está limitado a los humanos, sino que los animales también se besan.
Los caracoles, los más sensuales
Los bonobos adictos al sexo, un tipo de simios, son más prolíficos en besos que cualquiera de los humanos. De hecho, algún científico ha sido testigo de cómo los bonobos se besaban y mordisqueaban durante 12 minutos seguidos. Lo hacen para reafirmarse, por excitación o miedo o para reforzar sus relaciones con los otros, según informa 'The New York Post'.Otros chimpancés se besan incluso sin lengua, por lo que la autora considera que el acto sería más parecido a un abrazo que a una sesión pasional.
Pero, no son los únicos. Alces y ardillas se rozan las narices, los topos se frotan el hocico y las tortugas chocan sus cabezas. Los manatíes mordisquean a sus parejas, mientras que las jirafas entrelazan sus cuellos. Curiosamente, los caracoles pueden ser los animales más sensuales y se quedan bloqueados mientras se masajean unos a otros.
Una teoría es que el acto de fruncir los labios nos recuerda la tranquilidad, la comodidad y el apego de los cuidados de la infancia, una idea freudiana que, en realidad, podría tener cierta validez, según Kirshenbaum. Otra teoría en la misma línea relata que el beso nos recuerda una vieja costumbre de "premasticación", en la que una madre mastica la comida y alimenta a su bebé a través de la boca.
Pero, en realidad, la razón más importante y obvia de por qué nos besamos es que facilita la reproducción. Las mujeres, que de acuerdo a los estudios ponen más énfasis en la importancia de un beso, utilizan el momento del boca a boca como una manera de juzgar el sabor de la lengua, los labios y la saliva para ver si el compañero es el adecuado.
Pero, ¿cómo lo vivió usted? ¿fue a escondidas o en un sitio céntrico? ¿se arrepintió al momento o fue producto de un amor verdadero?
'Love drug'
It could be as easy as popping a pill: Scientists race to unlock 'love drug'
By Daily Mail ReporterLast updated at 12:06 AM on 10th January 2009
It looks like bad news for those romantic souls forever musing on the nature of love.
A behavioural scientist reckons it is only a matter of time before biologists reduce the
mysteries of being smitten to nothing more than a chain of biochemical events.
In doing so, they will not only put paid to many a poetic rambling but could also pave he way to creating the ultimate love potion.
Writing in the journal Nature, Professor Larry Young, of Emory University in Atlanta
in the U.S., suggests that if the secrets of love are unlocked, the path is then clear for finding ways of enhancing it.
Love drug: The oxytocin hormone is involved in sex and sexual attraction. It promotes trust and confidence and reduces fear
it plays a key role in bonding. Oxytocin is involved in sex and sexual attraction, promotes feeling of trust and confidence and helps to reduce fear.
It is released into the blood during labour - triggering the production of breast milk - and floods the brain during breastfeeding, helping mother and baby bond.
Studies have shown that those with the highest levels of oxytocin are the most trusting and more willing to give money away.
Boosting oxytocin levels also makes it easier for people to read others' emotions and eases shyness and phobias. If that were not enough, recent research credited an oxytocin spray with the power to ease relationship squabbles.
Although similar sprays can be bought over the internet, Professor Young, of Emory University in Atlanta in the US, does not recommend people part with their money just yet.
He said: 'Although such products are unlikely to do anything other than boost users' confidence, studies are underway in Australia to determine whether an oxytocin spray might aid traditional marital therapy.'
Prozac and Viagra both affect the balance of oxytocin in the body but no one has looked at how they affect relationships.
Genetics may also hold the cue to lasting romance, with recent research showing the inability to commit is in the genes.
Men with the 'love rate gene' are less likely to marry - even when they have children to a partner of many years' standing.
Those that have tied the knot are twice as likely to be in a rocky marriage and to have discussed the possibility of divorce.
Perhaps not surprisingly, partners of men with the flawed copy of the AVPR1A gene are less than happy with their lot in life, the Swedish study found.
It is thought the suspect gene, which was carried by about 40 per cent of the men studied, may affect the way the brain uses vasopressin, another bonding hormone.
Professor Young concluded: 'The possibility that genetic variation may influence the quality of our romantic relationships also has intriguing implications.
'Perhaps genetic tests for the suitability of potential partners will one day become available, the results of which could accompany, and even over-ride our gut instincts in selecting the perfect partner.
'Either way, recent advances in the biology of pair bonding mean it won't be long before an unscrupulous suitor could slip a "love potion" in our drink.
'And if they did, would we care?
'After all, love is insanity.'
La caza de la ballena blanca
Enric González - Jerusalén 02/05/2011
Cada sociedad se siente reflejada en algún relato que, de forma misteriosa, contiene el código de las pulsiones colectivas. Estados Unidos rinde culto a una extraña historia de terror, obsesión, pureza, venganza y catarsis escrita por Herman Melville en 1851: Moby Dick. El 11 de septiembre de 2001, la metáfora del monstruo feroz y elusivo pareció hacerse realidad. La ballena blanca se transformó en un hombre alto y de voz suave con el que todo un país tenía algo más que una cuenta pendiente.
Pero hubo algo más. Si Osama bin Laden asumió para el colectivo la condición de monstruo cruel y elusivo, los estadounidenses se pusieron en la piel del capitán Ahab: no existía otro fin que la venganza. No importaban los medios, no importaban las consecuencias. Era una cuestión moral y absoluta, sin posibilidad de matices. El verso largo, bíblico y ominoso de Moby Dick palpitaba en el discurso político y en las charlas familiares.
Fue asombroso vivir de cerca la metamorfosis de una nación que hasta el 11 de septiembre de 2001, a las 9 de la mañana, preservaba con celo determinados valores como la equidad judicial o el libre debate porque constituían la esencia de su sistema de convivencia. Aquello se esfumó en un momento. Incluso en sus momentos más oscuros, fueran la guerra de Vietnam, la caza de brujas de los 50, la organización de golpes de Estado en otros países o la misma resistencia interna contra los derechos civiles de los negros, una parte de la sociedad estadounidense había mantenido la capacidad crítica hacia el poder y había sosegado las explosiones de furor colectivo. Hasta entonces, el relato de la historia nacional había permanecido en el ámbito de la razón.
Con Osama bin Laden, el relato estadounidense adoptó una mística tenebrosa. No había excepciones, ni en la gran prensa liberal ni en las organizaciones progresistas ni en los hogares más sosegados. Un presidente anodino que llegó a la Casa Blanca por una carambola judicial, George W. Bush, se sintió capaz de hacer cosas impensables. Y las hizo, con el aplauso popular. Desde las leyes de seguridad nacional hasta la creación de Guantánamo, desde las invasiones de Afganistán e Irak (que no tenía nada que ver con Bin Laden, pero tenía mucho que ver con el furor de una nación) hasta la conversión de los aeropuertos en humillantes centros de interrogatorio y registro, todo valió en la "lucha contra el terrorismo", un concepto tan vago y tan cargado de potencia semántica como "la caza de la ballena blanca". Los viejos valores de los derechos y las libertades individuales fueron arrojados a la hoguera en nombre del fin supremo: la venganza contra el monstruo inefable e invisible.
Viví los primeros años de la ballena blanca, los más intensos, en una calle de Washington. Todas las casas de la calle plantaron un mástil en el jardín e izaron la bandera de las barras y las estrellas. Yo fui el único en no hacerlo, por no ser de banderas y porque consideré que mi empleo de corresponsal desaconsejaba ese tipo de expresiones. En la noche de Halloween posterior a los atentados, los niños evitaron pasar con el "treat or trick" por mi casa. Era la casa de un extranjero, un sospechoso, un enemigo potencial, un tipo que no se abrazaba a la bandera del bien. El país más hospitalario del planeta adoptaba el ceño sombrío de un capitán ballenero sumido en una obsesión de venganza.
Recuerdo el miedo en las comunidades musulmanas de Nueva York y Nueva Jersey, que un gran amigo mío, Ricardo Ortega, se empeñaba en frecuentar en búsqueda de pistas. Le acompañé en alguno de esos peregrinajes erráticos. Ricardo, entonces corresponsal de Antena 3 en Nueva York, también contrajo la fiebre de la ballena blanca, aunque de otra forma: no quería encontrar a Bin Laden para vengarse, sino para preguntar por qué. De alguna forma, en aquellos días él, sin perder ni la generosidad ni el sentido común, también fue un capitán Ahab obsesivo. Aquellos días avivaron muchos fantasmas ocultos.
Ricardo murió tiroteado en Haití menos de tres años después. Centenares de miles de personas han muerto en muchos lugares, desde los montes afganos a la plaza madrileña de Atocha, durante la caza de la ballena blanca.
Como en Moby Dick, el fin del "monstruo", del hombre llamado Osama bin Laden, provoca un cierto estupor amargo. Como si uno despertara de una pesadilla y comprobara que la pesadilla sigue ahí.
Enric González era delegado de EL PAÍS en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001
http://www.elpais.com/articulo/internacional/caza/ballena/blanca/elpepuint/20110502elpepuint_11/Tes
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