Es el azul del mar que se realza cuando acaricias una ola.
Su tímido susurrar al estremecerse.
Te abraza entre la confusión de una cresta rota
y te empuja con fuerza para mostrar su transparencia.
En un juego de dos,
te deslizas y resbalas.
El ganador se rifa al destino (o a la destreza).
Es un juego en el que resuena una banda sonora dentro de ti.
Una música que se asemeja a la perfección del mar
combinada con el éxtasis de sus dunas.
Te deja ganar y te arranca una sonrisa.
Tal vez ese sea su mayor deseo.
Y tú sin darte cuenta.
Porque a veces ni en la pared de una ola ves lo que tienes en frente.
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