Corazón,
¿Qué me pides con tu palpitar incesante?
Un juego que daña el corazón.
La princesa se pasó la vida dándoles besos a las ranas creyendo, ingenua, en el mito. Y cuando apareció el príncipe azul, ya no la quiso por promiscua.
Permíteme rayarte la piel.
Sin decir nada me gritas en silencio.
1 comentario:
Son sapos (o sapas) y no ranas de donde salen los príncipes (o princesas) azules.
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