He vivido mostrando una fachada de mi ser. Esa fachada ha cubierto la complejidad, ha evitado los versos, ha enmascarado las ideologías, ha hecho de mí un ser que no era (o que fue). Me encuentro delante de fachadas siendo fachada más de una noche, más de una mañana. Me encuentro con que hay personas que podrían haber sido pero no fueron por culpa de no abrir la puerta, por simplemente contemplar por fuera sabiendo que había tanto dentro. Nos quedamos parados admirando el exterior y a lo mejor nos hubiesemos enamorado de lo que había dentro. Pero si nos importó tanto la fachada, si no fuimos capaces de abrir la puerta, entonces no eramos quien pensábamos ser.
Ahora vivo mostrando lo que hay detrás de la fachada. Pasó que alguien me abrió la puerta tras picar un par de veces. No me tuvo esperando demasiado y aún así, yo llevaba esperando toda la vida. Me habló del amor, me habló de su vida. Me contó sus miedos, me contó sus movidas. Me dio la mano, le estreché la mía.
Nos dijimos muchas cosas en el silencio entre las palabras. Nos dijimos muchas más con los besos que siguieron.
Hace 23 días pedí un deseo.
Hace 23 días nos dimos un beso.
Hace 23 días lo empecé a cumplir.
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